Los jugadores no podían con la ansiedad y la felicidad en la tarima que se colocó en el centro de la cancha del estadio Olímpico Atahualpa.
Cada uno recibió sus medallas y parecían un niño con un juguete nuevo porque la tocaban, la besaban, la mordían, la acariciaban, en fin.
Hubo un momento en que alguien les entregó cervezas en lata a los jugadores y nadie quería tener la responsabilidad de repartirlas y mucho menos abrirlas hasta que Franklin Corozo tomó el encargo y todos empezaron a refrescarse.
Hubo un momento en que alguien les entregó cervezas en lata a los jugadores y nadie quería tener la responsabilidad de repartirlas y mucho menos abrirlas hasta que Franklin Corozo tomó el encargo y todos empezaron a refrescarse.
Luego vino la vuelta olímpica en la que Luis Fernando Saritama, capitán del equipo, fue pasando de mano en mano la copa a todos y cada uno de sus compañeros.
La hinchada vibraba en los graderíos, había lágrimas, risas, gritos, cánticos, de todo para esta gran ocasión.
La hinchada vibraba en los graderíos, había lágrimas, risas, gritos, cánticos, de todo para esta gran ocasión.
Después de 40 años la familia azul grana vivía la emoción de ser los mejores del Ecuador y se llenaban la boca con la palabra CAMPEÓN.
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