Es el jugador más añorado por la hinchada ecuatorianao. Y es que al momento se recupera de una grave lesión que le ha alejado de las canchas por un largo tiempo. Su impredecible y vivaz juego le han hecho merecedor de grandes elogios por parte de la prensa nacional e internacional. La hinchada lo idolatra y ya le ha inventado cánticos. Sin embargo, él no se deja envolver por los aires de grandeza, por el contrario, sigue manteniendo su bajo perfil.
Nunca pensó en convertirse en futbolista profesional, a pesar que le encantaba el fútbol, pero lo jugaba sólo por diversión. Su infancia fue “como la de todos, iba a la escuela, jugaba en el barrio, hacía las cosas normales”.
Su madre, Olga, siempre se encargó que nunca le falte nada ni a él ni a sus hermanos. “Ella tenía un salón de comida que lo dejó cuando yo debuté en primera y empecé a ganar mi propio dinero, entonces ya podía mantener a mi familia”, recuerda Salas.
Nació en Los Bancos (Provincia de Pichincha) el 30 de agosto de 1981, es el mayor de sus hermanos, Betsavep (14) y Steven (7). Estudió la primaria en la escuela Roberto Arregui y la secundaria en los colegios Mena del Hierro y Centro Educativo Modelo. Sus estudios superiores son de Relaciones Públicas en la Universidad Tecnológica Equinoccial.
Cuando jugaba un campeonato intercolegial por la selección del colegio Mena del Hierro, fue observado por el profesor Romanelli, quien lo llevó a Liga Deportiva Universitaria a los 11 años de edad. Desde ahí pasó por todas las divisiones inferiores albas, menos la sub-20, ya que a los 17 años pasó directamente al plantel de primera categoría. Fue el chileno Manuel Pellegrini, actual tecnico del Villarreal de España, quien lo ascendió e hizo debutar en la profesional. “Debuté en un partido amistoso con el Deportivo Cali cuando se iniciaba la temporada 2000, entré a jugar, quedamos 0-0 y lo hice bien”, recuerda Franklin.
Cuando empezó a escuchar que el River Plate argentino estaba interesado en él, no se impacientó ya que es de aquellos que opinan que “mientras uno no se vaya o esté en el avión o llegue a otro equipo no se puede estar seguro de nada. No me he desesperado, si es de salir quiero estar muy bien preparado, Dios no quiso que salga todavía, entonces voy a seguir aprendiendo y mejorando”.
Su vida no sería completa si no estuvieran Verónica, su esposa, y Josuhá, su pequeño hijo de 3 años, quien también muestra inquietud por el balón. A ver cuando ayuda a su padre a sacar conejos de la galera.
Nunca pensó en convertirse en futbolista profesional, a pesar que le encantaba el fútbol, pero lo jugaba sólo por diversión. Su infancia fue “como la de todos, iba a la escuela, jugaba en el barrio, hacía las cosas normales”.
Su madre, Olga, siempre se encargó que nunca le falte nada ni a él ni a sus hermanos. “Ella tenía un salón de comida que lo dejó cuando yo debuté en primera y empecé a ganar mi propio dinero, entonces ya podía mantener a mi familia”, recuerda Salas.
Nació en Los Bancos (Provincia de Pichincha) el 30 de agosto de 1981, es el mayor de sus hermanos, Betsavep (14) y Steven (7). Estudió la primaria en la escuela Roberto Arregui y la secundaria en los colegios Mena del Hierro y Centro Educativo Modelo. Sus estudios superiores son de Relaciones Públicas en la Universidad Tecnológica Equinoccial.
Cuando jugaba un campeonato intercolegial por la selección del colegio Mena del Hierro, fue observado por el profesor Romanelli, quien lo llevó a Liga Deportiva Universitaria a los 11 años de edad. Desde ahí pasó por todas las divisiones inferiores albas, menos la sub-20, ya que a los 17 años pasó directamente al plantel de primera categoría. Fue el chileno Manuel Pellegrini, actual tecnico del Villarreal de España, quien lo ascendió e hizo debutar en la profesional. “Debuté en un partido amistoso con el Deportivo Cali cuando se iniciaba la temporada 2000, entré a jugar, quedamos 0-0 y lo hice bien”, recuerda Franklin.
Cuando empezó a escuchar que el River Plate argentino estaba interesado en él, no se impacientó ya que es de aquellos que opinan que “mientras uno no se vaya o esté en el avión o llegue a otro equipo no se puede estar seguro de nada. No me he desesperado, si es de salir quiero estar muy bien preparado, Dios no quiso que salga todavía, entonces voy a seguir aprendiendo y mejorando”.
Su vida no sería completa si no estuvieran Verónica, su esposa, y Josuhá, su pequeño hijo de 3 años, quien también muestra inquietud por el balón. A ver cuando ayuda a su padre a sacar conejos de la galera.
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